martes. 16.04.2024

A nuestra manera

No hace falta ser un erudito para conocer la historia de nuestras tierras. En los pueblos se asienta la memoria histórica de algunos centenares de años.

 

 No es sólo la orografía la que escribe los renglones de su existencia en el libro de la vida sino las piedras de algunas construcciones indelebles como por ejemplo las iglesias. Sus torres lanzan a los cuatro vientos la impronta de una construcción antigua incluidos vestigios de estilo románico  allá por el siglo XII.  Esas construcciones nos hablan de una numerosa población asentada a los pies de las iglesias donde era atendida en sus demandas espirituales.Existen ruinas de castillos medievales que protegieron a los pueblos de invasores no deseados. En los libros de Historia se habla de unos “Hornos de pez” donde la resina de nuestros pinos se transformaba en oro negro para calafatear los barcos en puertos cántabros. Y de sacas de lanas que emigraban hasta los Países Bajos. Y La Cabaña Real de Carreteros instituida por los Reyes Católicos que ha escrito tantas páginas en la vida de Quintanar de la Sierra Estas actividades históricas permitieron, a finales del siglo XV, la creación de un Consulado del Mar en una ciudad interior como Burgos, muy lejos de ese océano que se hizo visible tras el descubrimiento de América.

Tenemos “Historia de Luz” y pocas sombras. Pero además la vida en la Naturaleza resulta imprescindible para la subsistencia del ser humano. Los montes y campos que rodean la vida rural son básicos en el desarrollo del vivir en el planeta Tierra. Por el contrario, la superpoblación en las ciudades genera un alto grado de contaminación atmosférica y, como añadido, sus habitantes además de la exposición a enfermedades pulmonares e infecciosas, están expuestos con más regularidad a trastornos mentales por un desajuste en la segregación de la dopamina que regula el equilibrio cerebral y emocional. Eso dicen los científicos. Pero lejos de esas consideraciones los políticos abogan por un discurso proclive a la más pura demagogia del partido y que no resuelve, sino aumenta, la despoblación rural.

. Nos pueden nombrar “Parque Natural” o declarar “Patrimonio Histórico” a los restos de nuestras vidas pretéritas. Nos da igual. Seguimos instalados en la historia de nuestros antepasados sin más adelanto que la fortaleza de los vivientes de los pueblos. Pedimos igualdad, palabra tan denigrada, a gritos. No somos un número en el cálculo de los dineros a invertir en el ámbito rural. Ni papeles innumerables en las gestiones administrativas, ajenas a nuestra voluntad de progreso. Ni quitanieves de carreteras incomunicadas.

 A pesar de todas las trabas políticas conseguimos la luz a nuestra manera que se hace divina en nuestros pinares, con el matiz de un cielo iluminado por nuestras ansias de vivir en esa catedral de la luz  Queremos esa dignidad que nos debemos por ser personas, unos seres humanos que protegemos a la Naturaleza.

Nuestras iglesias permanecen en pie después de tantos siglos por sus contrafuertes, esos gigantescos pilares de piedra que desde el exterior mantienen la verticalidad de las paredes. Así son los vecinos de la vida rural: auténticos contrafuertes de una existencia olvidada. Pero nunca unos monjes dedicados a la vida contemplativa. Queremos vivir el presente .A nuestra manera. Con nuestra historia. Pero vivir.

Guadalupe Fernández de la Cuesta

A nuestra manera