martes. 19.03.2024

El pregón de fiestas de Canicosa de La Sierra, por Jesús Cámara Olalla

Pido para los habitantes de estos pueblos, que los gobiernos apliquen la dis-criminación positiva y tomen medidas efectivas en materia económica, fiscal y de infraestructuras... 

 

 

Canicosos, paisanos y forasteros, de parte del Señor Alcalde se hace saber que hoy se inician las fiestas en honor de La Virgen y San Roque con gran expectación del pasado, presente y futuro. 
Los aquí congregados en esta tarde-noche, sabed, que somos herederos desde hace 2500 años de los pelendones, celtas pobladores del castro de Peña la Mina,  y desde hace 1.000 de la Canicosa que nació a la historia… que en su expansión, a base de una economía ganadera y forestal, tuvo su auge demográfico en los años 50 y 60 del siglo XX en los que su población llegó a los 1.000 habitantes, cifra redonda. Pero como en esta época en los pueblos no había más que necesidad, la gente se fue a donde le daban la teta. En estas fechas comenzó la tremenda emigración en lo que hoy llaman la Serranía Celtibérica o la Laponia del Sur. En muy pocos años vació pueblos y campos para multiplicar la población de las grandes ciudades. Su densidad hoy está por debajo de 10 habitantes por kilómetro cuadrado, por lo que se considera un desierto demográfico, añadiendo las circunstancias adversas de terreno montañoso y ausencia de ciudades de más de 50.000 habitantes a menos de 50 km. 
La angustia de los maestros de estos pueblos fue el ver que sus alumnos, los buenos y los no buenos, eran captados por el mundo urbano porque los padres y los mismos maestros les habían dicho: Estudiad mucho e iros.
No es ajena a esta emigración Canicosa que en el padrón de diciembre último figuraban 489 habitantes, hoy posiblemente seamos algunos menos. La cifra está sobredimensionada ya que sólo unos 350 residen en el pueblo más de seis meses. Sesenta vecinos no llegan a los 30 años y 137 sobrepasan los 70. La edad media del canicoso, 57 años. Y cuántos nacen… y cuántos mueren… Estamos envejecidos, no hay relevo generacional, la baja natalidad y la escasez de puestos de trabajo son las causas de este tumor que es la despoblación. ¿Se está convirtiendo Canicosa en un geriátrico? Somos uno de los 157 pueblos de la provincia de Burgos con menos de 500 habitantes. La mitad de estos municipios están en riesgo de extinción. 
La vida en el pueblo se ha mitificado. Se ha asociado a un paraíso donde el sosiego, la naturaleza y la autenticidad humana se cruzan en el camino con la senda tortuosa del olvido, el desarraigo y la modernidad. Para algún urbanita el pueblo es como un pequeño parque de atracciones donde pone pie el fin de semana y sen-tencia: “Aquí sí que se vive bien”… Y a las veinticuatro horas sale corriendo de vuelta a la ciudad. 
La pura realidad de Canicosa está en el invierno donde sus calles están desier-tas en muchas mañanas con unas heladas que hacen temblar al cielo y con tempe-raturas bajo cero durante el día. A las nueve de la mañana humean los secaderos de la fábrica de madera a donde se dirigen embutidos en sus buzos sus trabajadores. No tardarán mucho en aparecer un renqueante y despacioso vecino que se desplaza desde el barrio San Roque al otro extremo del Manzanares para alimentar a sus gallinas y un pensionista de la residencia de ancianos que en el sin dormir se da una vuelta mañanera por el pueblo. Cerca de las diez un coche conducido por una madre se acerca a las escuelas para dejar a sus hijos. Hacen fila los niños para entrar en la escuela: dieciséis. Dos trabajadoras de la dependencia hacen la travesía para llamar a sendas puertas. Está abierto el supermercado donde aprovechando el viaje hacen la compra las mujeres a la salida de la misa de 10 y media de D. Abilio. Sobre las 11 comienzan a acudir a la consulta de la médica los jubilados del Sintrom y allí comentan que pronto nevará porque les duele el brazo. El panadero va despertando con su bocina a los que se les ha pegado las mantas. En la casa grande, el ayuntamiento, entra un jubilado a firmar para pasar tres meses fuera del pueblo. Al aguacil se le ve preparando la pala del coche municipal para quitar la nieve de las calles en la nevada que se avecina. La cartera a paso ligero da los buenos días a los lejos agitando la mano. El pitido de una grúa Manitou marcha atrás se oye en la calle de al lado. Un todoterreno arrastra un remolque con pacas de hierba. A las dos y media bajan del autobús los 15 jóvenes que estudian en el instituto de Quintanar. Dormita el pueblo viendo el telediario a la tres de la tarde. No se perderán la partida de cartas los manomanistas del guiñote en el bar Cabrero con espectadores que jalearán las meteduras de pata de uno y de otro. A media tarde tocan las campanas a “muerto”… y la congoja araña las entrañas de sus vecinos. La plaza está desierta, sin un niño. A las seis ya es de noche. Las mujeres bajan a las siete en punto a jugar a la brisca en el Centro Día que abandonarán puntualmente a las nueve. Han dejado en la barra del bar a tres vecinos junto al maestro tomando un vino. Cuando vuelven a casa en una bocacalle se topan con el coche de la guardia civil con sus luces azules haciendo la patrulla. El silbido del viento en la noche, el ladrido de un perro, las pisadas a deshoras de un incógnito vecino, el derrapaje de un coche… Silencio… mucho silencio.
La cantautora María Ostiz ponía esta letra a una de sus canciones:
Un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es 
abrir una ventana en la mañana y respirar 
la sonrisa del aire en cada esquina 
y trabajar y trabajar, 
uniendo a vida, vida... 
un ladrillo en la esperanza, 
mirando al frente y sin volver la espalda. 
Pocos quieren permanecer en los pueblos que han sido el símbolo de la estre-chez, el abandono y la miseria. Sobre muchos cae la lluvia amarilla del otoño, de la vejez, de la soledad... Los últimos vecinos que vivieron de trabajar en el pinar son ya octogenarios o nonagenarios. «Soportan los días, uno tras otro, todos iguales; dan por vivida su vida». Su capacidad de resistencia y de lucha ante las escaseces económicas son cualidades de estos hombres y mujeres, que temen ser aquejados en sus últimos días de súbito alzhéimer o demencia senil… como algún congénere. ¡Bienaven¬turados ellos que disfrutaron siempre poco de la vida sin plantear quejas ni exigencias!
¿Qué sentido tiene un paisaje vacío o un pueblo fantasmal? - me pregunto. ¡Dichosos los pinos, que en su soledad, no sienten ni padecen! 
¿Y se podrá hacer algo para revertir la despoblación?  La zona pinariega nece-sita gente y ganado para mantener sus bosques. Los defensores del medio rural aseguran que todavía hay forma de salvar a estas zonas rurales, que definen como fábricas de elementos imprescindibles para la vida, como el agua, la calidad del aire, las energías limpias y los alimentos. No auguro buen futuro a los pueblos. La situación para mí es irreversible. Me molesta decirlo. Se han hecho estudios… pero para que revierta habría que cambiar la economía globalizadora actual.
A los políticos pedimos, qué menos, que mantengan los servicios actuales de los pueblos. Todavía pervive la creencia equivocada de que en un pueblo se vive con felicidad y pocos medios. Al revés: se necesitan más recursos que en la ciudad. 
Pregono y pregono que a vosotros canicosos, peregrinos de la emigración, también se os necesita por vuestras visitas, vuestras compras, vuestras casas que pagan impuestos... por la compañía de vuestros hijos y nietos… Pero no exijáis todos los servicios de los que disfrutáis en la ciudad: mejores fiestas, por ejemplo. Los recursos son los que son aunque todavía estamos en la época de las vacas gordas.
España lleva años volviendo la espalda a este mundo rural mostrando su desdén con la vida del campo. La despoblación no tiene solución, se dirá desde las páginas de Diario de Burgos. Es una tierra que por sí misma es imposible que se regenere. Vivir en un pequeño pueblo, sería un gasto enorme que tendrían que acometer y pagar todos los ciudadanos para que disfrutasen de todos los servicios necesarios de la ciudad. Luchar contra el despoblamiento, decía Diario Burgos, es perder esfuerzos en batallas perdidas. 
Este verano el Consejero de Empleo de la Junta de Castilla y León presentó un documento con cinco puntos básicos y urgentes para remediar el entuerto: favo-recer el envejecimiento activo y saludable; crear entornos favorables para las familias para facilitar la natalidad deseada; generar mayores y mejores oportuni-dades para los jóvenes; mejorar las condiciones de vida para atraer a nueva po-blación; e impulsar un desarrollo económico y social sostenible del medio rural. Palabras y más palabras de los políticos… La despoblación no les da votos.
Pido para los habitantes de estos pueblos, que los gobiernos apliquen la dis-criminación positiva y tomen medidas efectivas en materia económica, fiscal y de infraestructuras y que los fondos que destinan en materia de despoblación y en-vejecimiento se inviertan de forma finalista en los territorios despoblados. Esto para ser efectivo tendría que ser asumido mayoritariamente por las Cortes de Ma-drid. Y a la Unión Europea solicito que aplique a esta zona medidas ya legisladas en materia de montaña, ruralidad y despoblación… Pero aún así… seguiríamos despoblándonos.
Acabo citando los versos de Antonio Machado:
Mi corazón espera [para Canicosa]
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
¡Viva Canicosa!
JESÚS CÁMARA OLALLA
Canicosa, 14 de agosto de 2017

El pregón de fiestas de Canicosa de La Sierra, por Jesús Cámara Olalla