Nos salimos de madre
Tengo un buen amigo al que he conocido desde su recién estrenada paternidad y ya pasa por ser un abuelo de tres nietos.
Tengo un buen amigo al que he conocido desde su recién estrenada paternidad y ya pasa por ser un abuelo de tres nietos.
No puedo expresar con palabras esta hermosa quietud de la naturaleza empapada del verde reciente de una primavera lluviosa,
Sin obstáculo para hablar en próximas ocasiones del mundo juvenil en nuestros pueblos, hoy sigo hablando de las personas de cierta edad con lo que me afirmo en una obsesión: escribo para las vidas ya hechas como hice en mi artículo anterior.
Vivimos en ese período de nuestra existencia próximo a la orilla del “Mas allá”.
Han sido los días de enero generosos en la calidez de las solanas donde se han abrigado las gentes ávidas de la tertulia y del reencuentro social.
Ejercía yo mi primera experiencia como docente en una escuela unitaria de un pueblo poco habitado.
Querido Año 2018: Una bonita cifra la de este año terminada en los dos dígitos de la adolescencia para obtener la mayoría de edad: dieciocho años.
En este otoño de sequía una raya divide las sombras profundas de los valles y las cumbres doradas que perforan un cielo azul intenso y transparente.
Queridos pueblos olvidados: Decía Miguel Delibes que el hombre está relacionado con la Naturaleza y no con los bloques de cemento de las ciudades.
Aún queda mucho por hacer aunque somos un país adelantado en la tolerancia con los “diferentes”. Nos importan las personas.
Estamos de moda. La vida rural se desangra desde hace mucho tiempo con un diagnóstico de extrema gravedad.
Conocemos por experiencia las connotaciones que arrastran estos dos sustantivos unidos en un solo sintagma nominal: Decir mujer pueblerina suena a provocación, a insulto, a desafío, a una risa fácil.
Últimamente se publica en los medios informativos como un hecho relevante el descubrimiento del vacío en la España rural.
Creo que todos hemos intentado entrar en este nuevo año con el pie derecho.
Me voy a permitir en esta ocasión que mis palabras construyan frases hiladas en primera persona.
La estación otoñal, desde siempre, me llena de melancolía y por entre los pinos percibo rumores de soledad.
Hoy no deseo otra opinión que el de reconocerme el deseo de ser una amiga de toda la gente de mi tierra en este viaje de la comunicación escrita.
“Que una cosa es predicar… y otra sembrar trigo”. “Menos hablar y más hacer”…
Me nació siendo niña un cariño especial hacia los animales que circundaban por mi casa, o por los entramados de las calles, o apacentando por los montes.
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme,