viernes. 19.04.2024

El Cid y la Leyenda del río Mataviejas, por Germán Martínez Rica

Mediados del Siglo XI. Fernando I el Magno había unido bajo una misma corona los reinos de Castilla, de León, de Asturias y de Galicia.

 

Germán Martínez Rica

Comenzó así el hostigamiento a los poderosos y combativos reyes de Badajoz y de Zaragoza. Era el momento de poner cerco a la inexpugnable Gormaz, la plaza de frontera más importante que tenían los temidos Beni-Hud de Zaragoza. Dice la leyenda, que Fernando I el magno siempre confio en el consejo y las sabias palabras del Abad de San Sebastián de Silos. Para hablar con él envío a uno sus mejores hombres, un guerrero joven pero fuerte, valeroso y noble llamado Rodrigo Díaz de Vivar. Volvía Rodrigo de entrevistarse con el abad cuando al alcanzar las últimas estribaciones de la Peña de Coba salieron a su encuentro dos ancianas míseras y desarrapadas. Con malicia intencionada lo invitaron a él y a sus guerreros a tomar un descanso en una llanura que parecía segura. No sabían ellos que las ancianas tenían fama de peligrosas hechiceras y que habían sido excomulgadas por el propio abad de Silos. El religioso veía en ellas al mismísimo diablo aliado con la morisma para matar a todo aquel caballero cristiano que recorriera aquellos caminos de sangre y guerra. Descansan los cristianos cuando de repente un ejército árabe bien armado y pertrechado comienza a descender desde la colina bajo el retumbar de los tambores. Eran los moros de Gormaz guiados por las hechiceras. Rodrigo y sus fieles aguantan las primeras embestidas. Algunos mueren. La tarde se apaga y el sol busca su retiro. Los últimos rayos de sol brillan cerca de Silos. Esa era su única salvación. ¡Cara al sol! ¡Cara al sol! Comienza a gritar Rodrigo a sus hombres. Perdida ya toda esperanza una imagen celestial y majestuosa se aparece ante todos y comienza a brillar. Era la virgen del sol y los había salvado. Los moros huyen y los cristianos los dan caza hasta llegar a Gormaz. Rodrigo vuelve buscando venganza y encuentra ahogadas a las hechiceras que habían caído sobre el torrente que regaba el valle. Hoy es el río “Mataviejas” y Carazo (“cara al sol”) es la villa fuerte que se edificó en honor a la virgen del Sol. Allí está su Ermita y todavía son muchos los cristianos viejos que rezan a la virgen para recordar con nostalgia que el CID luchó en aquellas tierras castellanas nobles hace ahora casi mil años. 

El Cid y la Leyenda del río Mataviejas, por Germán Martínez Rica